Las primeras semanas del nuevo año son siempre momento resumen, de echar la vista atrás y tratar de explicar con cifras el año que ya terminó. Quiero compartir aquí hoy un dato que la semana pasada se hacía público en relación a las patentes de invención nacionales presentadas ante la Oficina Española de Patentes y Marcas. Durante el año 2014 se alcanzaron un total de 2.997 patentes frente a las 3.133 de 2013 y las 3.361 de 2012. Esta cifra que ha venido decreciendo desde la irrupción de la crisis económica nos sitúa en niveles similares a los del año 2002, lo que no deja de ser una metáfora para muchas otras cosas del tiempo que hemos perdido últimamente.
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Son las patentes un buen termómetro del grado de innovación de un país, de la capacidad de sus empresas para generar nuevos productos y servicios que les permitan alcanzar una mejor situación competitiva. No es suficiente realizar un análisis superficial de las cifras y habría que entrar más en el detalle para saber detrás de cuántas de esas patentes hay realmente un producto en el mercado, cuántas se han licenciado y cuántas se han ampliado al mercado exterior por contar con una novedad técnica y un interés suficientes. Si difícil es llegar a tener una patente presentada, lo complicado viene después y muchas son las que permanecen en el cajón del olvido y no se explotan, quedando simplemente como una línea más dentro de los méritos del currículum de su inventor. No es por tanto una cuestión de primar la cantidad por encima de la calidad, como en tantas otras cosas. Es más con la entrada en vigor de la nueva ley de patentes española en diciembre de 2016 está previsto que se elimine la posibilidad de que la OEPM apruebe patentes sin garantía de validez por lo que el número se reducirá aún más en búsqueda de mejorar el nivel.
Si miramos los datos de Jaén, 17 solicitudes de patente se presentaron en 2014, frente a las 25 del año anterior, por lo que no nos escapamos de la tendencia general.
Pero permítanme abrir el foco, y situarnos en el contexto internacional, del que por mucho que queramos no podemos escapar aunque estemos todo el día mirándonos demasiado el ombligo. Si analizamos las patentes llamadas triadicas, con efecto en toda Europa, Estados Unidos y Japón, que vienen a ser un índice de las patentes que representan una innovación auténticamente significativa y un interés comercial suficiente como para ampliar su protección, lo que vendría a ser la Champions League de la de nuevos productos y servicios, esta España nuestra se situaría en el puesto 26 mundial, muy por debajo de la media de la OCDE y por detrás de países como Islandia, Hungría o Nueva Zelanda (Informe COTEC 2014, Familias de patentes triádicas por millón de habitantes, 2000 y 2011). No estaría de mal recordar estos datos cuando nos orgullecemos de pertenecer a un país que es la repera por contar con dos de los candidatos al Balón de Oro.
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A la cabeza del ranking internacional se sitúa desde 2012 China, que adelantó a Estados Unidos y que ha establecido un plan para triplicar antes de 2020 el número de solicitudes de patentes presentadas. Si miramos la situación actual y tenemos en cuenta ese ritmo de crecimiento, da miedo pensar en la distancia que pueda existir dentro de unos años, porque en esta cuestión como en tantas otras es preciso compararse con el entorno, no basta con contentarse por estar un poquito mejor que el año anterior si hemos crecido menos que los demás.
Si les sirve de consuelo, no se trata de un problema que incumba sólo a España, sino que se extiende a toda Europa, esta raquítica Europa que se enorgullece de crecer al 2%, calculen el número de años necesarios para notar de forma apreciable en su sueldo (si son afortunados y lo tienen) un aumento del 2% anual. Como muestra, un botón: de las 50 empresas mundiales con mayor valor en Bolsa, 33 son estadounidenses, 9 son chinas y sólo 3 pertenecen a la Unión Europea. Por supuesto, ninguna es española, quedándose el Banco Santander en la posición 66.
Mientras nosotros seguimos enredados con nuestras cuestiones domésticas, estando satisfechos porque no nos rescatan y la prima de riesgo está a niveles históricamente bajos, otros investigan en tecnología y lanzan productos punteros que nosotros compramos. Un poco más contentos eso sí, porque hoy al menos llueve.
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(Artículo de opinión para La colmena de Cadena Ser Jaén, 19/01/2015)